Para los fanáticos de la serie que todavía recuerdan la última entrega hace catorce años, o todos aquellos que se sumaron después de tantos premios o de la tristeza por la temprana muerte de de James Gandolfini, esta película le traerá no pocos placeres. Porque si bien Tony Soprano primero es un niño, interpretado por William Ludwin, cuando es adolescente el papel lo encarna nada menos que el hijo de James Gandolfini, Michael. Es el observador de la vida de la familia, que con su parecido físico mas el resultado de la construcción del personaje, resulta conmovedor. La acción se centra en el amado y recordado por Tony, su tío Dickie Moltisanti, la verdadera figura paterna de su vida. Un joven elegante que viste bien y tiene situaciones terribles que resuelve con no poca frialdad a la hora de borrar pruebas. La gran habilidad de Chase cuando creo la serie fue construir personajes entrañables a pesar de ser violentos asesinos, para una audiencia extasiada, pero con el largo tiempo de una temporada. Aquí, el limite que le impone una película, hace que muchos personajes sean apenas guiños o viñetas para fanáticos, pero como también quiso construir un universo para un público “novato” en Sopranos, poco se sabrá de las claves del gran pernsonaje de Gandolfini padre, no se dedica especialmente a eso, salvo en sutilezas. Ese adolescente se nutre mirando, sufriendo, a veces en acción o travesuras que lo presagian como adulto, pero muy lejano del jefe que fue después. La historia de Dicky tiene mucho atractivo por si sola, y brillan en un gran elenco Ray Liotta y Vera Farmiga como la monstruosa matriarca en vías de construcción enloquecida. Los que siguieron la serie y son expertos en su contenido descubrirán momentos realmente únicos. Los otros tendrán un buen film, no es poco.