DOLCE FINE GIORNATA

Un film de entorno muy bello, que se desliza suavemente en un relato que tiene como protagonista a una intelectual y luego se transforma en una reflexión profunda sobre temas fundamentales. La historia que escribió y dirigió el cineasta polaco Jacek Borcuch  orbita alrededor de una poeta festejada, dueña del Premio Nobel de literatura, que parece vivir en esa luz y en ese paisaje perfecto de la toscana italiana, como en estado de permanente vacación. Una mujer que pasó los sesenta, que coquetea con su vejez, que se divierte con sus nietos, ignora a su marido, se diferencia de su hija y se permite el ejercicio de libertad de un amante joven egipcio. Todos la dejan hacer, y ella disfruta de su fama y asegura, a un periodista amigo, que ya no tiene nada que decirle al mundo. Ese clima elegante y refinado se quiebra con la realidad. Un atentado en Roma, una inmolación que provoca muertos y herido en un sito turístico, cambia el clima. Los primeros síntomas de discriminación se hacen notorios. Cuando a la autora le entregan un premio local, ella aprovecha para renunciar al premio nobel y reflexiona sobre la cultura europea. Allí estalla el conflicto: la extrema literalidad con que es tomado su discurso descascara el huevo de la serpiente. La reflexión del film sobre el terrorismo, los inmigrantes, la discriminación, la xenofobia, el odio reemplazando a la razón, la falta de pensamiento crítico, la perdida de la libertad en pos de la seguridad son los temas candentes, molestos, incómodos sobre los que el film profundiza. Una gran actriz como Krystyna Janda le da la profundidad y los colores necesarios a su protagónico, como esa intelectual que se niega a explicar por conveniencia, que se arriesga y paga sus costos. Un film interesante, distinto, notable.


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