El género del terror es un negocio tentador. Tiene públicos cautivos, audiencia ansiosa por consumir estas películas, aún, como este caso, pueden adivinarse inspiraciones varias en filmes que marcaron épocas desde “El resplandor” a “El bebe de Rosemari”, “Midsommar” y tantas sagas. Al realizador Taneli Mustonen hay que reconocerle que en buena parte del film logra muy buenos climas de suspenso, situaciones siniestras, y un suspenso que va dosificando con habilidad. Esta historia de un matrimonio que ha tenido un accidente y que ha perdido a uno de sus hijos gemelos, tiene ingredientes que pueden explicarse desde oscuras tradiciones folklóricas, hasta la locura lisa y llana de algunos de sus protagonistas. Entre la explicación racional y lo sobrenatural que suele venir en noches de niebla, mansiones crujientes, complots que suman a casi todos los integrantes de un pueblo rural sueco, avanza este film sin grandes inquietudes de originalidad. Durante el desarrollo de la trama hay muchas promesas que se incumplen, y quedan como interrogantes temibles a un desenlace donde el rulo de la historia se estira y retuerce hasta la exageración. Muchas veces la tentación de explicarlo todo es peligrosa y las teorías de triángulos sagrados contra círculos infernales son un buen ejemplo de falta de ingenio. Pero, reconozcamos que casi todo el film resulta intrigante y brinda algunos escalofríos.