Ya Hernán Casciari nos había sorprendido con el humor desmadrado y delirante, chancho y trasgresor de la versión teatral que protagonizó Antonio Gasalla. Para el cine el autor trabajo con Christian Basilis y limpió lo escatológico pero no lo frenético y creativo que funciona como un nuevo grotesco, y encontró en un elenco muy adecuado, la redondez de un film que está destino a ser un éxito popular. Es una familia que en los años cincuenta se encuentra en una crisis económica que pone de cabeza valores y tradiciones. Ese grupo con inquietudes distintas pero cercado por la falta de dinero y los sueños rotos es querible, comprensible y graciosa. Flor Peña brilla en la composición de esa matriarca mezcla de Sofía Loren y directora de escuela que tiene momentos increíbles. Nadie ose meterse con una mujer luchadora, terrible enemiga, vengadora a fondo. Uno de los mejores trabajos de la actriz en cine. A Diego Peretti su personaje entre la herencia italiana y el actualización rockera le va perfecto. A Guillermo Arengo, ese esposo aguantador, tierno, símbolo de tanta humanidad sufrida argentina le brinda la posibilidad de una gran composición. Con un tono que inevitablemente trae el recuerdo del deliro de “Esperando a la carroza”, es bienvenida la llegada de un cine industrial y popular con personalidad propia que le imprimió su director Marcos Carnevale