La unión de Luciano Cáceres siempre con el grado de intensidad que requiere un personaje puesto al límite y los hermanos Pinto funciona muy bien. Con el director y guionista Eduardo Pinto, y el actor a Pablo Pinto arman una sociedad creativa muy potente. Aquí se encuentra el terror pero es un film que convoca otros temas que dan miedo: La salud mental que algún ingenioso imaginó se cura con una pastilla diaria de por vida, el territorio de la ley del más fuerte, la justicia por mano propia (“tirá” le dicen al nuevo sereno que es Cáceres en esel desarmadero de autos,” tirale a las piernas a los pibes que vienen a robar, no pasa nada”). El escenario es ese cementerio de autos chocados, con todo el clima de tragedia que tiene un lugar desolado, con artefactos que fueron símbolo de poder y ahora se les extrae el último jugo. Con humanos ya excluidos que no son tenidos en cuenta por nadie. Con un protagonista que proclama que “ no estoy loco, estoy solo…”. Es un artista sensible que pasó por un hecho traumático y trágico que no puede superar. Cuando le dan el alta de un instituto psiquiátrico, lo tiran en ese basurero-cementerio-automotor para que trabaje de día y banque de noche. Entre una realidad sin remedio y una posibilidad de reencuentro en otro plano la tentación está a su alcance. Potente film que resume significados y nos trae al terror también, para ponernos a pensar en los temas que realmente dan miedo.