Como ocurre en sus películas anteriores (Refugiado, Una especie de familia, La mirada invisible) el talentoso director Diego Lerman nos sumerge en mundos que se supone el común de la gente no conoce y nos lleva a un destino, a un derrotero que culmina en la médula de sus temas. Con una historia que le pertenece, que primero trabajo con Juan Vera y luego escribió con María Meira y Luciana de Mello, nos hace acompañar los pasos de un intelectual de clase media que se supone en un escritor fracasado, que se separa, que pierde su cátedra en la universidad y un poco a su pesar acepta ser un suplente. No en cualquier lugar aunque el protagonista lo piense. Es en un colegio secundario cercano a la Isla Maciel, donde él se crió, donde vive su padre solidario, donde habita una realidad cruda y dolorosa. Es un maestro de literatura que se estrella ante la indiferencia de sus alumnos, los que viven en un mundo de códigos durísimos, inmersos en la violencia, las drogas, el narcotráfico. La transformación de ese suplente comienza con el compromiso, con la necesidad de jugarse por su alumno favorito, con poner el cuerpo, con asumir su propia valentía. Juan Minujín, uno de los actores más solicitados del momento, despliega toda su sabiduría en una actuación intensa, profunda y a la vez sencilla, con una entrega conmovedora. El elenco se completa con Bárbara Lenie, María Merlino, Lucas Arrúa, y muy especialmente con la labor premiada de Renata Lerman, como la hija rebelde del protagonista.