Una más de exorcismos, casi ya un subgénero, con algunas innovaciones. En el argumento la hermana Ann, que según sus confesiones desplegadas ante una psiquiatra, tuvo un pasado terrible, convivió con una madre que cada tanto le hacía daño, cuanto estaba poseída por un demonio. Por eso ella esta tan interesada en esa escuela de exorcismos, donde después de cierto éxito con una niña, le permiten ser oyente en las clases. Es que esos soldados que luchan contra el diablo ejercen un destino reservado a los hombres. Luego ella demostrará y será reconocida como una experta. El argumento abunda en sorprendentes vueltas de tuerca, la cual más imaginativa, pero ese soporte le brinda al director Daniel Stamm poner en funcionamiento los sustos para el espectador. Y cuando llega el momento todos los trucos conocidos del tema, caras transformadas, fuerza descomunal, retorcimientos del cuerpo de todo tipo, aunque desde Linda Blair hasta hoy, ya podrían catalogarse por su uso frecuente. Hay que reconocer que hay algunos a estrenar que sobresaltan bastante. Lo que más llama la atención es que la hermana Ann en vez de luchar contra el demonio trata de empatizar con la persona poseído para que se rebele contra esa invasión de cuerpo y alma. El final deja una puerta abierta a ver si la pegamos y hacemos una saga. Para los adictos al terror el entretenimiento está servido.