NO QUIERO SER POLVO

Es una coproducción  mexicana-argentina  de Iván Löwenberg,  que recurre a sus recuerdos personales para construir una reflexión sobre la soledad, la falta de comunicación, la sensación de indiferencia de un mundo cada vez más complejo. Invocó  a sus vivencias infantiles, con una familia que se ajustaba a ciertas creencias new age, y teorías sobre una hecatombe mundial.  Convocó a su propia madre como protagonista, Bego Sainz,  e imaginó un personaje angustiado. Una mujer de mediana edad, ama de casa, que sufre la indiferencia de su marido – a quien presume infiel- y un hijo dedicado a su destino fuera de México. Vagando por su casa sin ningún interés que sustente sus días  se aferra a una suerte de secta, más interesada en venderle productos de su boutique que a la relajación  y se fanatiza con una revelación de un supuesto científico. Nada la hace dudar  sobre un mundo a punto de terminar, que traerá una oscuridad total. Ni siquiera cuando llevan presos a los integrantes de la secta, ni la incredulidad sobre las teorías del fin que demuestran  sus allegados. Una interesante mirada sobre lo que se elige creer ante el vacío  existencial


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