El primer largometraje de Fernando Lacolla, autor también del guión que pinta muy bien como las ambiciones de éxito y dinero rápido pueden impulsar a un joven empleado de una inmobiliaria a enredarse en una trama de corrupción y violencia. El protagonista trabaja para su suegro a quien quiere demostrarle sus capacidades. Se enreda con un diputado que tiene que “solucionarle” una habilitación municipal que se retrasa desde hace demasiado tiempo. El negocio familiar es vender unas futuras torres en terrenos del ferrocarril, en Córdoba y entre otras cosas, además de conseguir clientes que aporten dinero, deben desalojar a una villa miseria que ocupa el lugar. Nada detiene a estos emprendedores. El diputado en cuestión es una especie de “diablo” que ofrece situaciones de rápido ascenso económico, ilusiones de una vida real, fantasías entre la vida campestre y la urbana, pero con engaños terribles. Un buen retrato de un mundo reconocible que solo tiene como objetivo el éxito y el ascenso social. Un buen elenco, y logrados climas que alternan las fantasías y la cruel realidad.