DISCO DE ORO

Para un público fuera de los Estados Unidos y no tan familiarizado con el mundo de la industria musical, este film realizado por Timothy Scott Bogart para homenajear a su padre, Neil  Bogart, un músico de solo un éxito como cantante, pero un visionario que tuvo la empresa discográfica independiente más importante, en los 60 y 90, no deja de ser una curiosidad interesante. Más aún si a eso se le agrega que fue el responsable del suceso alcanzado por Kiss, Dona Summer, Village People y siguen los nombres. Pero aún ante el descubrimiento de tamaño personaje lo que si es evidente es que su hijo por un lado quiso contar muchos detalles y por otro soslayo la verdadera historia que puede encontrarse fácilmente al alcance de todos.  Una mirada homenaje con mucha familia también en la producción da como resultado una visión sin zonas oscuras, aunque se muestren alegremente los excesos, la peligrosa tendencia a gastar sin fondo, una manera de ver increíble y naif de girar con millones en descubierto. Muchos estudiosos niegan la verdad de algunas escenas, pero que si fueron resueltas con creatividad, como imponer el tono sexual a un tema de Summers, o las discusiones con los integrantes de Kiss que darían para una película completa. Lo que si se le reconoce a Bogart no es solo esa grandilocuencia capaz de convencer a las piedras, sino el haber sido un adelantado con artistas que necesitaron su tiempo para triunfar en un mercado que tardó en reconocerlos y la manera nueva y corrupta de promocionarlos. Pero aún así, con su larga duración y el tono enaltecedor, hay momentos líricos y de despliegue que se redondean bien. Como la actuación de Jeremy  Jordan que sobresale y emociona. Un intento fallido pero por momentos atractivo.


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