Es bueno aclarar que quien no vio la primera del tiburón gigante puede ver tranquilo la segunda sin ninguna complicación. Solo contar que la primera fue un éxito, con un argumento que era simple y expeditivo (por ser elegante) pero que tenía poco “Meg” (lo llamamos así en confianza) y escaso Jason Statham. Las dos cosas se resolvieron. No aparece un tiburón, son varios, y de paso unos dinosaurios y un pulpo. Dale que va, aceptamos el absurdo porque es divertido. Y por eso precisamente no hay sangre cuando los bichos gigantes atacan, ni miembros desmembrados ni vísceras. Ellos te comen como un canapé sin miguitas. Y como lo hacen seguido no hay terror, hay aventura. Te sobresaltan, pero aun en la pantalla gigante de la sala Monster de Pilar, por dar un ejemplo, de morís de susto. Si se entra en el artificio la pasas bien, porque la premisa dirigida por Ben Wheatly, con su humor oscuro y escenas de acción realmente vistosas (no se nos va a ir de la cabeza ver a Jason en moto de agua con pequeños arpones , luchando con tres Megs) El argumento que por momentos se complica pero que permite un despliegue de dirección de arte, demuestra que los humanos pueden ser más perjudiciales, destructivos y por sobre todo malísimos, compitiendo con estos escualos prehistóricos. Entre los productores está Staham y productoras chinas y por eso el co-equiper del protagonista es Wu Jing, el mercado asiático siempre está en la mira de Hollywood. Curiosidad Statham sonríe, una vez. Y queda la puerta abierta para Meg 3.