EL CONDE

Es una comedia gore, filmada en blanco y negro, donde ruedan cabezas y los vampiros licuan corazones palpitantes o congelados para servirse un trago. Pero por sobre todo es una película disruptiva, desafiante, de fuerte contenido político y metáfora transparente. Baste decir que se cuenta la historia de un vampiro, desde que es abandonado huérfano en el siglo 18, con un cartelito que reza su nombre Claude Pinoche. Que con el tiempo descubrirá su naturaleza, atacando a prostitutas, robándose la cabeza de María Antonieta recién degollada, para lamer su sangre y participando en distintas revoluciones hasta llegar al sur. Y allí transformarse en el general Augusto Pinochet.  El filme de Pablo Larrain, recientemente presentado en el Festival de Venecia, ahora en cines y luego en Netflix, es una explosión de creatividad y de claridad de planteo. Al vampiro Pinochet ya lo vemos en un supuesto último destino, con su esposa, con sus hijos peleando por la herencia y con una joven monja exorcista que hurga entre sus papeles y detalla los “errores de contabilidad”, como el protagonista define, para cada una de sus estafas durante el ejercicio del poder. Un general que no teme ser  calificado como asesino pero que se molesta cuando lo tildan de corrupto. Ingeniosa y lapidaria, con vueltas de tuerca que son sorprendentes y graciosas, en ese tono de comedia negra implacable y creativa. Y aunque al final se hace un poco alargada, es sin dudas un gran film de autor, jugado y genial, de visión imprescindible. Grandes actores, donde sobresalen todos, en especial Jaime Vadeli y Alfredo Castro, con un guión que escribió Guillermo Calderón con el mismo director. No se la pierda


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