Un policial de mucha acción donde nada es lo que parece, que trae ecos de Christopher Nolan y The Matrix. Es un proyecto que Robert Rodríguez tiene desde hace muchos años en carpeta y que pensó en una suerte de homenaje a “Vértigo” de Hitchcock. Pero se trata de manejar con muy buenos recursos una realidad deformada, donde pocas contundentes no existen. El nudo aparente el drama de un policía abatido porque su hija fue secuestrada y el tiene la culpa de su distracción por unos minutos y la esperanza de encontrarla con vida. Un caso lo pone frente a un dilema que no entiende, igual que el espectador, que se queda atrapado en vueltas de tuerca y revelaciones inesperadas. Se trata de gente que puede entrar en nuestras mentes, los hipnóticos peligrosos e invasores. Al preocupado Ben Aflleck, siempre preciso y concentrado, lo ayuda una psíquica que lo guía en el laberinto del guion que el director escribió con Max Borenstein. Hay fallas de lógica pero es cuestión de sumergirse y creer para que el entretenimiento funcione bien, manejado con el talento del director. Y entre títulos una sorpresa enigmática.