Cuando uno elige ver una película de Jason Statham ya sabe que el actor que hace tiempo se produce a si mismo brindará un coctel de entretenimiento con mucha acción. Y en eso él nunca defrauda, con su estilo ascético, sin sonrisas ni humor, con alguna ironía, el sabe que sus admiradores aceptan gustosos el plan. Pero aquí se supera a sí mismo. Protagoniza un film, de los mejorcitos de su carrera, con un objetivo claro: convertirlo en saga. Eligió cuidadosamente al director, Daniel Ayer que es impecable en las escenas frenéticas, convocó al coordinador de peleas Jeremy Marinas, que estuvo en John Wick 4 (un modelo a seguir), a un batallón de los mejores ejecutantes de trucos, y un argumento tan simple que no complica nada. Aunque parta de la venganza por el engaño de secuestro de datos, el llamado phishing, que provoca el suicidio de una anciana solidaria y luego sube a escala de riesgo nacional con una enorme estafa al descubierto, este apicultor real, que también forma parte de una organización gubernamental del mismo nombre, deja su retiro para impartir injusticia, a su estilo el contra batalles de matones y asesinos refinados. Lo acompañan Josh Hutcherson como un villano colorido y el gran Jeremmy Irons. Statham cumple, ¿quién se atreve a contradecirlo?