Un director alemán debutante Moritz Mohr que propone una película de acción continua, un verdadero show de sangre y luchas sin cuartel, donde un chico entrenado como una arma mortal puede con todo lo que se interponga en su camino. Al mejor estilo de las últimas de John Wick. En el alocado argumento, es un drama distópico, una matriarca lleva adelante una cruel dictadura. El protagonista es un niño que sobrevive a la matanza de toda su familia y que jura venganza. Refugiado en la selva un chaman lo entrena duramente, el es sordo y mudo pero igual se comunica con su mente, y cuando crece puro musculo y determinación, su trayectoria será letal y sorprendente, como algunos giros inesperados de la historia. Pero la cuestión no es la trama sino las escenas de acción que sumergen al espectador en coreografías complicadas de ejércitos enteros que sucumben frente al héroe imbatible en una verdadera orgia de sangre, muerte, mutilaciones y heridas de todo tipo. Hay un público que disfrutará de este coctel enloquecido.