“Como pareja queer quisimos cambiar el estereotipo de las posesiones donde siempre una mujer es la víctima que necesita ser salvada por un sacerdote”. La inteligente reflexión es del director Joshua Miller y de su guionista M.A. Fortin. Ellos tienen muy presente también los históricos maltratos de la iglesia católica hacia la comunidad LBTGQ +. Y un detalle más: El realizador es hijo de Jason Miller que encarnó en la mitica “EL exorcista” al padre Karras y se crio con las leyendas de mala suerte y extrañas muertes y coincidencias misteriosas que por años vivió el elenco del filme. Pero pasemos a esta película que quedó por un tiempo archivado y gracias al éxito de “El exorcista del Papa” se estrena entre nosotros. Aquí el talentoso Russell Crowe es un actor con problemas de adicciones, que nunca se pudo recuperar de la muerte de su esposa y tiene una conflictiva relación con su hija, que carga con sus propios conflictos. Una oportunidad de volver al ruedo con un rol en una película, con un sino trágico, lo lleva a encarnar a un exorcista y como al demonio no se lo convoca en vano… termina poseído. Una película dentro de una película, un actor que hace de cura y simula un exorcismo que sufre las consecuencias. Un giro realmente original que después recorre los caminos del sobresalto y la inquietud, sin muchos horrores pero si con entretenimiento. Y la calidad de Crowe siempre presente.