Con dirección y guion de Diego Musiak, un realizador que es una gran profesional, la propuesta es atractiva. Un lugar aspiracional para vivir como es Nordelta, con sus casas fastuosas dispuestas en anillos, más caras cuando están a orillas de los lagos artificiales, todo el exterior de la historia se ve como un lugar paradisíaco que pierde su encanto cuando aparecen sus personajes. El central jugado muy bien por Nacho Gadano es el producto de la transformación del mundo, un hombre dedicado a las finanzas, con riesgo, con mucho de apuesta impune, que ha acumulado lo que desea: una amante joven, clientes cercanos sin importarle el grado de amistad, el poderío de sentirse un genio, el más vivo de todos y una estatura emocional reducida una piedra. La irrupción de su hijo biológico cataliza las relaciones. Ese adolescente pretende lo que el protagonista no puede darle, ni una pizca de humanidad. En ese trío, por momentos un cuarteto, de intereses distintos se desarrolla un interesante contrapunto: el hombre exitoso en riesgo, el adolescente demandante y descubriendo sensaciones, la mujer por el lado del new age y sin demasiados compromisos. Un mundo que avanza en tensiones hasta su culminación. Los mejores personajes están en manos de Gadano y Nahuel Monasterior, los que tienen más matices. Climas inquietantes y bellos.
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