EL SILENCIO DEL CAZADOR

La selva misionera en el centro de la atención, un clima cálido y por momentos abrazador, y en ese ámbito un triangulo amoroso, con mucho de thriller, de western autóctono, despliega sus virtudes y tensiones, en un hilo argumental redondo que nada desperdicia, y mantiene muy atento al espectador. Martin Desalvo es un director con muchas virtudes (Unidad XV, Las mantenidas sin sueños) supo aprovechar al máximo ese entorno alejado de la postal turística, donde se revelan diferencias de clases, odios acumulados, la labor de los guarda-parques para defender el ambiente de los cazadores furtivos y lugareños poderosos acostumbrados  a hacer su voluntad. Son hombres armados y eso ya implica una carga latente extra y siempre presente. La película tiene un efecto inmersivo en esa selva, con una fotografía saturada y el seguimiento de cada personaje en cada pliegue de su personalidad, como si fuese un documental.. Con esos elementos el guión de Francisco Kosterlitz no desaprovecha a ningún personaje, hasta los roles más cortos tienen un momento clave. Desalvo sabe sacarle partido a cada uno de los actores, sus mejores virtudes. Se luce Pablo Echarri con la dosis justa de vulnerabilidad por origen y la fuerza de sus convicciones. Alberto Ammann despliega vigor en  su patrón dictatorial. Ambos compartieron el premio a mejor actor en el Festival de Malaga. La película gano otros premios internacionales. Mora Recalde, Cesar Bordón,  y todo el elenco es ajustado y perfecto. La intención del realizador de entretener se cumple a la perfección, pero  quedan descubiertas tensiones sociales, raciales, sabiduría autóctona, guerra de poderes, de hombres perdidos en una espiral violenta y feroz.


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