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El realizador Brandon Christensen asegura que se inspiró en la llegada de un hijo a su vida,  en la comprobación de cómo los adultos pierden capacidad de juego e imaginación a medida que crecen y también observo la dedicación exclusiva que un niño exige de sus padres, al menos de uno de ellos. Con eso armo una película de terror que no asusta pero que  mantiene el suspenso de un niño que primero cree en un “amigo imaginario”, alentado por sus padres, que hasta le sirven un plato de comida en la mesa. Hasta ahí lo inquietante se va filtrando de a poco pero cuando avanza la cosa se pone turbia  y no necesariamente original, aunque no pierde efectividad. El niño insiste y se pone peligroso. El padre se desentiende y la madre descubre un pasado y actúa en consecuencia. Hacia el final la trama se desmadra en exageraciones, pero lo amantes del género no se verán defraudados.


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