Una joven mujer presa de una rutina sin concesiones. La primera parte de este film de Cesar González (Lluvia de jaulas, Atenas) se parece a un documental sobre el trabajo que acomoda a los cuerpos a los ritmos de las máquinas. La protagonista vive en un lugar precario, se alimenta como puede, hace la limpieza en una enorme imprenta donde sus compañeros repiten los gestos del trabajo hasta la locura de las horas. Pero la cámara que no se despega de Nadine Cifre (co-guionista) que vive para trabajar, que soporta cómo puede el machismo que la rodea, festejos vecinales, hombres abusivos en los colectivos, un jefe de palabra excesivamente amable y actitud dominadora. Lo que siente como un valor importante le sirve al director para definir a toda la economía de un país: un trabajo en blanco, un objetivo tan difícil de conseguir y conservar, en cuyo nombre se entrega todo, las horas, la sumisión, la poca libertad. Hay un quiebre, donde el film se transforma en un thriller, se redondea como una fábula moral en apariencia, pero en realidad muestra otra cosa. El mecanismo de la culpa, los códigos y rituales barriales que los personajes están obligados a cumplir, pero por sobre todo ese implacable juego del poder, la violencia constante y también desatada sobre la fragilidad de los cuerpos.
EN EL CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACION