Es una película que produjo Gerard Butler para su lucimiento personal, para poder improvisar casi todos los parlamentos y para trabajar sobre una situación límite que recuerda otras películas pero que esta vez no solo mantiene en vilo al espectador, sino que cumple con un entretenimiento sin muchas pretensiones. Perder a alguien en una estación de servicio, tener un video conseguido por mano propia y violentamente, con la prueba de su esposa yendo hacia un auto aparentemente sin temor, siembra dudas para que todo resulte oscuramente sospechoso. Especialmente cuando sabemos que ese matrimonio está en crisis, y ella va camino a la casa de sus padres para tomarse un tiempo de pensar la relación. Con algunos momentos de acción bien resueltos, una explosión pavorosa y una velada aprobación hacia el tema de justicia por mano propia, muy obvia en estos casos.