Un punto de partida que abre hacia el terror a personajes ligados a la infancia y a la dulzura. Un desafío que nació rápidamente cuando se liberaron, en enero del 2022, los derechos del clásico de Alan Alexander Milne, que tuvo muchas adaptaciones de Disney. El director, guionista y productor Frake-Watefield se apuró con el negocio, pergeñó un argumento cuadrado que no explotó ninguna posibilidad de ir del cuento infantil al terror y se concentró con un presupuesto mínimo a armar esta peli que puede convertirse en fenómeno. No por sus cualidades sino porque dicen que con 100.000 dólares la hizo y ya recaudo casi cuatro millones verdes. Cierto o no ese será su único mérito. Para los amantes del terror una película olvidable: Un chico abandona en el bosque a sus peluches, entonces Pooh y Piglet, con hambre y frío se comen a Igor y se transforman en entes del mal. Dos humanos con mascaras que matan con ahínco y poca originalidad para el destripe y la sangre, sin una pizca de originalidad.