Gerard Butler es uno de los productores de esta película que lo vuelve a poner en héroe de acción pero con plena conciencia de que es capaz de otorgarle a sus personajes un espesor humano, una vulnerabilidad de la que carecen otros actores en producciones similares. En este caso es un agente de la CIA que ayuda a destruir una instalación nuclear iraní, que queda al descubierto por la investigación de una periodista alertada por una filtración. Por eso el protagonista debe huir a través del desierto con la ayuda de su traductor, un afgano a quienes los talibanes le mataron parte de su familia. Es la única ruta para el punto de encuentro del rescate. El autor del guión es Mitchel LaFortune, un ex oficial de inteligencia militar, sobre hechos que supuestamente vivió, que pone de relieve la labor fundamental de los traductores para las operaciones de la CIA. De ahí la relación de los dos personajes que permite no pocas reflexiones al estilo mea culpa por la intervención estadounidense. Pero también en el desarrollo se muestran los distintos puntos de vista de la zona de conflicto, el iraní, el afgano y el destino de la periodista. Esto hace que las escenas de acción, bien realizadas por el director Ric Roman Waugh se demoren mucho, por esa pretensión de profundidad que no llega a ser tal. Pero a pesar de eso y del desarrollo del guión que se parece a otras películas de guerra, quienes gustan del género bélico con grandes enfrentamientos tendrán su regocijo.