La película dirigida por Gareth Edwards, que también escribió el guión con Chris Weitz, tiene originalidad y obviedades al mismo tiempo. Técnicamente el realizador utilizó un presupuesto limitado (ochenta millones de dólares) porque decidió filmar en los lugares reales, Tailandia, Camboya, Nepal, Tokio y luego agregar los efectos visuales. Con un trabajo de diseño impresionante, con un hardware increíble, “pintó” digitalmente naves y ataques que le da a la película una nitidez natural única. El argumento del film que transcurre en el 2065, ubica como hechos históricos una explosión nuclear en la ciudad de Los Angeles, que la arrasa, y para EEUU los culpables son los engendros de Inteligencia Artificial a quienes decide eliminar a través de un complejo militar, industrial e intervencionista al máximo. Está en guerra con la otra parte del mundo, la Nueva Asia donde se considera que lo mejor es convivir con los robots que demuestran ser más sensibles, racionales y con derecho a subsistir. En plano de igualdad con los humanos o directamente superiores a nuestra raza. Un planteo nuevo sin dudas. Pero el film toma mucho de Blade Runner, Terminator, Aliens, La guerra de los Mundos y siguen los nombres, parece un compendio de esas películas y allí se pone pesado, obvio, y largo. Se estanca en lo ya visto y aburre. Levanta en la segunda parte especialmente porque el arma de destrucción más poderosa es una niña, la increíble Magdalena Yuna Voyles, que puede detener todo tipo de energía si se concentra, y su relación con un soldado encarnado por John David Washington, un hombre que estuvo en los dos mundos y se juega la vida por esa pequeña y la búsqueda de su esposa. Tampoco se entiende muy bien el titulo impuesto en nuestro país, cuando el original es “The Creator” y se refiere a un líder de la Nueva Asia que impulsa un supuesto mundo nuevo de maquinas y humanos.