ANATOMIA DE UNA CAIDA

Es una compleja, desafiante película, que no nos garantiza nada sobre su complicada protagonista. Dirigida por Justine Triet, que coescribió el guión con Arthur Harari, a lo largo de dos horas y media asistimos  a un proceso donde la acusada resultará siempre un enigma que no se resuelve totalmente con la palabra fin. Es la historia de una exitosa escritora alemana, residente en una cabaña en los Alpes franceses, que tiene una relación tirante con su esposo, y un hijo que casi ha perdido la visión en un accidente. Mientras a ella la entrevista una estudiante, su esposo que está arreglando el ático en el tercer piso pone la música a todo volumen. Fuerza la partida de la estudiante, una discusión con su esposa, mientras el chico preadolescente sale a pasear con su perro lazarillo. Cuando ese chico regresa su padre yace en el piso muerto, envuelto en un charco de sangre. ¿Que ocurrió?: o su mamá empujo  a su papá, o este se cayó accidentalmente o se suicidó. Un golpe en la base del cráneo del muerto abre la sospecha y el juicio. Pero en el intenso recorrido del film nada es fácil de deducir, no hay ventajas para el espectador, ni raccontos, ni tranquilizadoras reflexiones. Por el contrario el film se erige en una reflexión sobre varios temas: el sensacionalismo, el simplismo, la necesidad de exponer la vida personal y sexual de la acusada a falta de otros elementos. Pero además miradas sobre el éxito, el sexismo, los egos heridos, la discriminación al extranjero. Las conversaciones de la acusada con su abogado, tampoco traen claridad, se habla de conveniencia en los pasos a seguir. Todo interpela al espectador hasta incomodarlo constantemente, como la situación de ese niño cuyo testimonio puede salvar o condenar a su madre. Para eso aunque convive con ella, la justicia le ha asignado una guardiana legal para evitar que la madre pueda influenciar a su hijo. Un film que se ganó la palma de oro en Cannes y que tiene cinco nominaciones para el Oscar, en los rubros más importantes. Una sensacional Sandra Hüller en el protagónico y el pequeño Milo Machado Graner, el el rol del chico que tiene en sus manos el destino de su madre. Un film que peca de ser un poco largo, pero nunca permite una distracción del espectador.


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