Una precuela que gustará al público fiel de El rey León, y que es la historia de origen de Mufasa. Después del éxito de la versión animada de 1994, que tantos desprendimientos comerciales tuvo, y la versión hiperrealista del 2019, que casi la calcaba pero en acción real, llega esta propuesta con aciertos y ecos bíblicos, un poco sobrecargada de datos, pero entretenida, impresionante en fenómenos de la naturaleza y peleas. Este soporte que es la fotorrealidad como concepto, mejora rápidamente pero aún provoca algún distanciamiento. La animación en sus distintas variantes la supera. Aquí se cuenta, después de un rulo de presentación donde le relatan Kiara, mientras sus padres esperan el alumbramiento de su hermanito, la historia de su abuelo. De cómo una inundación, después de un diluvio, lo aleja de sus padres y es adoptado apenas lo encuentran flotando en el agua cual Moisés, por otro cachorro y su madre. Lo mejor de la peli en ese crecimiento entre hermanos que se juran lealtad eterna pero ya sabemos que no será asi. Mufasa es aceptado por la mama de Taka, pero no por el Rey que le advierte a su heredero que el poder significa también manejar mentiras. Cuando aparece una manada numerosa de leones blancos que buscan venganza y apoderarse de todo (los simbolismos fáciles están a la orden del día) los jóvenes hermanos son obligados a huir en busca de una tierra prometida. La difícil relación entre Mufasa y Taka es el corazón de la historia por momentos con muchos giros, pero funciona. La película entretiene con sus dos horas y abre caminos para más spin offs que seguramente vendrán. La mano sensible del director David Jenkins (Moonlight) se nota aún con las limitaciones obvias (### y ½)
AVENTURA (Con animación fotorrealista y una historia de origen de seguro éxito)