Con motivo de la exposición que tendrá lugar a partir del 2 de Diciembre en el Centro Cultural Kirchner (CCK) el legendario músico británico brindó una charla abierta. Ante un auditorio que celebró cada uno de sus chistes, anécdotas con David Bowie y sobre todo una manera muy particular de entender la creación artística, dejó en claro su rol como referente para aquellos interesados en la música electrónica, la experimentación y el uso de nuevas tecnologías.

Brian Eno es uno de esos artistas inquietos, difíciles de clasificar. Fue a una escuela de arte en inglaterra y al poco tiempo de graduarse integró la banda de rock Roxy Music. Allí comenzó su exploración con los sintetizadores que se convertirán en el eje de su producción musical. El álbum «Music for airports» (1978) es quizás uno de sus trabajos consagratorios como solista y considerado como uno de los impulsores del género «ambient». Con rasgos minimalistas y escapando de los formatos tradicionales de temas musicales de 3 minutos con estribillos pegadizos e instrumentos reconocibles, Eno propone una composición calma que puede estar en el ambiente sin necesidad de prestarle atención permanentemente. Valiéndose de procesos electrónicos difumina la claridad de los sonidos y produce una atmósfera sonora.

Claro que su celebridad en espacios académicos o de especialistas se vio potenciada por la colaboración con artistas famosos como David Bowie, Robert Fripp (King Crimson), David Byrne, U2, Coldplay, entre muchos otros.

Los que no lo conozcan por estas referencias seguramente recuerden su obra más breve pero más reproducida en el mundo: el sonido de inicio de Windows 95.

Sin embargo su primera visita a Buenos Aires tiene que ver con su faceta de artista visual, o mejor dicho audiovisual. En los próximos días se podrán ver dos obras en el CCK.

Una de ellas es una creación audiovisual generativa que muestra imágenes modificándose muy lentamente a través de doce monitores y en simultáneo se escucha una mezcla aleatoria de sonidos compuestos por Eno. Su título «77 Million Paintings» se refiere a las combinaciones posibles de imagen y sonido.

La otra obra «The Ship (La Nave)» es una instalación inspirada en el hundimiento del Titanic. “Pensé en los vastos campos de Bélgica en donde se libró agónicamente la Primera Guerra –explica Eno–; y en el vasto y profundo océano en el que se hundió el Titanic; y qué poca diferencia supuso toda aquella esperanza y decepción humanas. Ellos (los campos y el océano) persisten y nosotros pasamos en una nube de parloteo”. «The Ship» es también el título de su último disco, editado este año.

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La charla abierta que se llevó a cabo en la Sala Sinfónica permitió conocer, en realidad, más sobre la manera de pensar de Brian Eno que la propuesta concreta de estas dos obras. Bajo la moderación de Mariela Yeregui, Eno planteó el encuentro como un diálogo informal. Comenzó directamente con un comentario sobre su preocupación por la victoria de Trump en EE.UU. y dejó en claro que cree que hay una posibilidad de que produzca una revolución como respuesta.

La organización de las orquestas como un ejército -menciona Eno- es una manera de ver cómo se refleja lo político en el arte. Ante una idea de personas que simplemente sigan órdenes piensa en nuevas formas de cooperación más horizontal donde puedan aflorar las individualidades y diferencias, como en una banda de rock. Explicó, además, cómo una creación artística puede ser una forma de quebrar el miedo puesto que «lo que se observa en el arte, puede ser posible en la vida».  Que es la manera en la que el arte puede contribuir a la sociedad. Describió como ejemplo a «Uncle Tom’s Cabin» de 1852 como una obra literaria que modificó la manera de ver a los esclavos.

Otro de los conceptos que desarrolló fue el de «surrender», que podría traducirse como rendirse o dejarse llevar. Entiende que el «rendirse» está subvalorado, que «si no te rendís, no tenés éxito». Hay que conseguir un equilibrio entre tener el control y el dejarse llevar, como para lograr surfear. «Cuando hago una obra -comenta- trato de mostrar el placer de rendirse».

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En cuanto a la relación de lo visual y lo sonoro en su obra, Brian Eno explicó que al preguntarse qué le interesaba de la pintura se dio cuenta que era su estaticidad, su permanencia inalterable. Entonces pensó por qué no hacer música como luz. Que inunde y llene el espacio. Pero para lograrlo, y al no tener habilidades como interprete de instrumentos musicales, se interesó en explorar las posibilidades de los sintetizadores y de manipulación sonora electrónica. «Quería hacer música como pintura. Mezclar colores en el estudio de grabación» -y agrega- «estaba pensando como un pintor, pero el resultado era sonoro».

Su vinculo con la imagen regresó a través de la tecnología del video a mediados de los años ’70. Cuando descubrió que el video podía servir para hacer imágenes en lugar de contar historias. Mediante sus controles electrónicos la entendía como una «máquina hacedora de imágenes» y fue lo que lo hizo regresar a la pintura.

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El concepto de «paisaje» es otro de los conceptos principales de su producción musical. Explicó que escuchaba canciones pop, que tienen una estructura muy clara y con una voz que tiene algo (irónicamente) muy importante para decir: si la ama o no, o si no lo aman. Investigando otras maneras de creación musical se interesó en la música africana donde no existe una voz por «delante» y por lo tanto el cantante no es tan importante, casi desaparece. Algo que rescató también de My Bloody Valentine. «Es una manera de que la gente pierda la noción clara de lo que está escuchando -dice Eno- si tienes cuatro pianos haciendo lo mismo pierdes la definición (edge) de la música». Y agrega, es «hacer música como un paisaje. Tiene un horizonte pero no lo puedes ver».

Ante la inquietud de cómo fue trabajar con David Bowie cuenta que era muy divertido. Dice: «la mayoría del tiempo con Bowie hacíamos chistes, tendría que decir que nos sentábamos serios a pensar, pero no».  Aclara que para él la música es como la política y las salchichas, mejor no saber cómo se hacen. Aunque sí contó que utilizaban las cartas «Oblique Strategies» que creó junto a Peter Schmidt. Las mismas son cartas con frases que modifican la perspectiva en el proceso de creación. Como por ejemplo: «A alguien le gustaría?», «Abandona instrumentos normales», «Hazlo más sensual», «Sos un ingeniero», entre muchas otras. «Lo más importante cuando uno trabaja con alguien -dice- es que uno pueda ser idiota frente al otro.»

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Interesado más en las estructuras que en «una guitarra que suene como la de Jimi Hendrix» (sic), o sobre si alguien ama a otra persona o no (en relación a las letras de canciones populares) mencionó como ejemplo la obra «In C» de Terry Riley . Una composición que es diferente cada vez que se interpreta. Básicamente la pieza consiste en 53 partes que aunque manteniendo un ritmo común, cada uno de los interpretes decide en qué momento pasar al siguiente.

En este sentido Brian Eno explica su interés en que «el compositor crea algo, no lo termina». De allí su fascinación por el concepto de autopiesis como un sistema que se mantiene y reproduce por sí mismo. Y que está en estrecha relación con la obra digital generativa «77 Million Paintings» que se presentará en el CCK.

«A los 65 años dije: debería retirarme y hacer lo que tengo ganas. Volví al estudio y seguí con lo que estaba haciendo.» comenta un juvenil Brian Eno.

Escuchá la primera parte de su último disco «The Ship» editado este año.

Lugar de exhibición: CCK, Sarmiento 151, CABA.

Fecha: A partir del 2 de Diciembre

Sobre El Autor

Arte y Diseño Web

Magister en Tecnología y Estética de las Artes Electrónicas, Licenciado en Cinematografía y Técnico Electrónico en Computadoras. Doctorando en Artes. Profesor universitario y de posgrado. Investigador de arte electrónico y nuevas tecnologías. Su producción académica se presentó en ISEA (Inter-Society for the Electronic Arts), BANFF (Canadá) y MIT (EEUU), entre otros. Realizó publicaciones en Argentina, Alemania, Francia, España y Estados Unidos entre las que se encuentra la revista Leonardo Electronic Almanac (EEUU), IEEE Computer Society (EEUU), Artnodes (España), Interartive (España), Virtual Worlds (Francia), y los libros "El error en los aparatos audiovisuales como posibilidad estética" y "Arte virtual locativo: Transgresión del espacio con dispositivos móviles". Su producción de arte electrónico y conceptual se exhibió en diversas muestras nacionales e internacionales.

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