El caso que justifica esta película ocurrió en el 2006. Una mujer se presenta a un hospital con su hija, que tiene l9 años, pero un retraso madurativo que la ubica como una niña de 8, que ha sido violada y que está embarazada. Por ley vigente tiene derecho a un aborto. Pero la burocracia infernal de la justicia argentina, la insensibilidad e la hipocresia de jueces y funcionarios ponen piedras en su camino. El caso trepa a los medios nacionales y con la indignación crecen los argumentos más monstruosos que uno pueda imaginar. La mama de esta chica abusada, analfabeta, de escasos recursos se empecina, duerme en las plazas de La Plata para estar cerca de los tribunales, se queda sin trabajo pero insiste porque sabe que la verdad está de su lado. Ayudada por militantes logra ese aborto legal, lleva a la justicia internacional su caso y logra una indemnización del Estado. Esa madre se convirtió en una luchadora solidaria. Con este material Darío Doria tuvo la idea de trabajar con muñecos de plastilina, con un texto leído y dicho como los dioses por Liliana Herrero. El efecto es emotivo, poético, potente, imperdible. Esos rostros que reflejan el carácter de cada personaje real en la historia, no están animados, no lo necesitan. Lo reflejan todo, lo que no se ve ni tiene testigos, la injusticia que es mayor cuando del lado de la verdad hay tan pocos recursos, solo la valentía. Esos muñecos fueron creados por Mariana Ardanaz, el texto de Florencia Gattari ( el guión también trabajaron el director y Luis Camardella). Un trabajo de excepción que emociona y no hay que dejar de ver.
DISPONIBLE EN CINE.AR