Es una película de la directora chilena Maite Alberti que tiene posibilidades de ser nominada a dos premios Oscar, como mejor film extranjero (ya entró en lista corta) y como mejor largometraje documental. Amén de su paso por festivales internacionales con reconocimientos a su calidad. Es que el film que se interna en un geriátrico, que ha logrado que los internos naturalicen la presencia de las cámaras y todo lo que se capta de los adultos mayores del lugar está impregnado de una piedad, en el sentido profundo y religioso del término, que pocas veces hemos visto en el cine. La excusa es encontrar un agente octogenario y lúcido para que ingrese al lugar y verifique que la madre de la cliente de una agencia de detectives, esté bien tratada. Eso le otorga un costado lúdico al tema, con ingeniosas situaciones, pero la directora reconoció que el material obtenido excedía el objetivo inicial y su trabajo tomo otro cariz. Un poderoso fresco sobre lo que ocurre con quienes viven en ese lugar, el enamoramiento y la muerte, los festejos y los dolores, como pequeños gestos amistosos y la disposición a escuchar bastan para alejar temores y abrir confesiones. Una película que le da un espacio a los ancianos, generalmente olvidados y siempre lejanos del protagonismo, respetuosamente mostrados, nos abre a la emoción profunda y a la reflexión como la condición humana.
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