La opera prima del director y guionista Cesar Sodero es realmente atractiva. La Emilia del título muy bien llevada por Sofía Palomino es la protagonista que la cámara siempre sigue, como una presencia imprescindible más. Ella es una mujer joven que parece haber huido de Buenos Aires por una ruptura sentimental, un fin doloroso y casi imposible de sobrellevar. A lo largo del film se dan unas pocas claves, miedo al compromiso, a la elección sexual. Lo cierto es que la protagonista, con muy poco equipaje vuelve a su pueblo natal a reencontrarse dolorosamente con las mismas razones que la impulsaron a huir de ese lugar. Ella está en carne viva, tomas sus decisiones guiada por sus heridas y el deseo sin plantearse dilemas en su búsqueda. Va en busca de la satisfacción y no la encuentra. Necesita esas llamadas a Ana, su amor lejano, escuchar su voz y su rechazo, mientras deambula entre una naturaleza bella pero intimidante, o en las noches solitarias. Estará con el novio de su infancia, ahora casado con su mejor amiga, con un profesor compañero del colegio secundario donde trabaja y perseguirá hasta conseguir estar con una alumna, una decisión que le traerá consecuencias. Se mueve en un mundo donde todos preguntan curiosos de por su intimidad pero que guarda secretos y prejuicios, que acorrala a la protagonista con convenciones, ataduras sociales, deberes. Un film intenso que indaga en la naturaleza del deseo, en la insatisfacción permanente, en el dolor más profundo. Una mirada que no juzga y planta honesta, elegante e intensa.
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