Una película escrita y dirigida por Augusto González Polo, que refleja con precisión, lo que significa la vuelta a un pequeño pueblo de un hijo no pródigo, que lo intentó todo para salirse del molde de las expectativas familiares y sociales, que abandonó dos carreras universitarias y regresa sin dinero y sin sueños al hogar, al pasado, a un presente del que perdió los códigos. Se filmó en Aristóbulo del Valle, Misiones, y está protagonizada por el muy buen actor uruguayo Alfonso Tort (25 watts, La noche de los 12 años) que le otorga a su personaje la cuota justa de rebelión, desconcierto y hasta extrañeza necesarios para una mirada que no juzga pero que tampoco acepta todo servilmente. Muy bien captado los climas, los tiempos perdidos, las relaciones de los vecinos. Sus criaturas: Las mujeres que aprenden a liberarse, las que siguen sujetas a lo patriarcal, los perdedores de siempre, la obediencia al poderoso, el chanta a quien recurre por trabajo y aprende a dejar de lado. Una variada fauna, mirada con la ternura de la nostalgia pero también con la ironía que da en el blanco.
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