HOJAS DE OTOÑO

El maestro finlandés Aki Kaurismäki con su estilo, con su manera de calar hondo en sus personajes aparentemente inexpresivos, nos regala una historia de esperanza amorosa  dentro de un mundo destinado a la crueldad y el desencanto, pero siempre con una luz de posibilidades. Una ilusión de felicidad. La película que muestra a trabajadores en labores rutinarias, mal pagos, maltratados podría ocurrir por su ambientación deliberada en el pasado de hace cincuenta años, pero las radios que encienden los protagonistas pasan solo noticias de la guerra en Ucrania. Ella trabajo en un supermercado y la echan brutalmente porque le da comida vencida a un necesitado, unos minutos antes de tirarla, y alguna vez se llevó un sándwich para ella. Luego trabajara en un bar donde no le pagan y terminara limpiando en una enorme fábrica. El, por su problema de alcoholismo prácticamente termina en la calle. Entre ellos existirán encuentros y desencuentros, con rasgos chaplinescos y muchos homenajes a otros maestros del cine, en especial a Jim Jarmusch. Hay humor, enredos, tragedias pequeñas y grandes, pero también sonrisas. Los protagonistas tan profundamente humanos, tan desolados en su soledad, no se resignan. El dice “estoy deprimido  porque bebo, y bebo porque estoy deprimido”   tendrá que resignarse o tomar decisiones. Ella, que vive con lo mínimo, cuando lo invita a comer tiene que comprar un plato y un par de cubiertos. Pero es firme en sus convicciones. Se quedara sola con su perrito vagabundo pero no repetirá tristes historias familiares. Tan profundamente queribles parecen destinados a seguir a pesar de todo, tan conmovedores en su gris existencia, rodeados de otros humanos también hambrientos de una posibilidad amorosa. Enredos, sorpresas y una puerta abierta para sortear lo trágico melodramático  e iluminarse en su condición humana. Un film bellísimo y conmovedor.