Un elenco soñado, un guionista excepcional, que escribió esta historia para Spielberg y la dirigió él, por consejo de ese mismo realizador, más un caso del pasado con hondos ecos en el presente. El titulo remite a un juicio injusto donde dirigentes sociales y estudiantiles fueron acusados de sedición e incitación a la violencia en la época de la convención demócrata de l968, en la ciudad del título. Tiempos de protesta contra la guerra de Vietnam, ya asesinados los dos Kennedy, y tácticas policiales antidemocráticas, con policías que para reprimir se sacan sus identificaciones, con disturbios provocados, infiltrados, y la elección de los detenidos en estos líderes entre los que estaban Abbie Hoffman, Tom Hayden y Dove Dellinger. El juicio con una fiscalía que armó un caso en connivencia con un juez que daba por descontada la condena, se transformó, como marca una filosa línea del dialogo de Sorkin, en poner en el banquillo a las ideas y no a los hechos, con total desprecio de las normas legales. La acción transcurre en ese juicio, pero con recuerdos constantes de las manifestaciones, la violencia ejercida, en varias oportunidades con material documental, en un ensamblado que funciona a la perfección. Y con actores que brindan brillantez: Frank Langella, Mark Rylance, Joseph Gordon-Levitt, Sacha Baron Cohen (también productor), Eddie Redmayne, John Carroll Lynch, entre muchos otros. Aaron Sorkin se luce en su doble función, sus diálogos son memorables, su mano directriz firme, para las cuotas de humor negro, compromiso político, emoción y tensión. Una de las firmes candidatas al Oscar y a toda la corte de premios que lo rodea.
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