La película “surgió por azar cuando Henry Weinschenk, amigo y vecino de la ciudad de Charlottesville, en Virginia, me comentó que su padre había sido un destacado director de fotografía en Argentina” así detalla el germen de su trabajo el director Eduardo Montes-Bradley sobre el director de fotografía Pablo Tabernero, un talento “casi desconocido” de nuestra cinematografía. Un hombre que nació en Berlín, en el seno de una familia judía de clase media, con un nombre distinto, Peter Paul Weinschenk. Tabernero se formó como fotógrafo de cine junto a pioneros del Bauhaus en tiempos de la República de Weimar. En 1933 se vio forzado a huir del régimen Nazi refugiándose en la España de la Segunda República, donde se desempeñó como director en algunas de las más destacadas producciones del incipiente cine sonoro. Durante la Guerra Civil integró el equipo de rodaje de la Columna de Buenaventura Durruti, y fue responsable de muchas de las imágenes que recorrieron el mundo ilustrando la confrontación española. Llegó como refugiado a Buenos Aires en octubre de 1937. Aquí lo esperaba un contrato de trabajo para iluminar su primera película,” Nace un amor” de Luis Saslavsky; más tarde” Prisioneros de la tierra” de Mario Soffici. El director indaga sobre esa vida y su increíble periplo, y como llego a transformarse en maestro de una generación de célebres fotógrafos como Ricardo Aronoviche y Félix Monti. Un rescate necesario, valioso y con muy importantes testimonios.
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